
A comienzos de 1955, pese al sustancial apoyo popular que conservaba, el rechazo de la figura de Perón y su régimen había logrado unir a toda la oposición: Conservadores, radicales, socialistas y comunistas; nacionalistas y liberales, católicos, masones, laicistas, etc. Un numeroso grupo de civiles, algunos de ellos dirigentes políticos, otros universitarios, etc. – que más tarde sería el núcleo de los “comandos civiles” – fue tomando contacto con los conspiradores de la Marina y estos lo siguieron haciendo, a su vez, con oficiales retirados o en actividad de la Fuerza Aérea. En busca de apoyo dentro del Ejército y de un oficial superior que encabezara el alzamiento, marinos y aviadores volvieron a tantear a diversos oficiales, entre ellos Aramburu, Ossorio Arana, Labayru y Bonecarrere. Pero estos, por lo general, mantenían su escepticismo sobre las perspectivas de una revolución.
Finalmente, mientras los civiles acordaron los nombres del triunvirato que tomaría el poder tras el golpe[1], marinos y aviadores llegaron, a través del capitán de corbeta Suárez Rodríguez, al contralmirante Samuel Toranzo Calderón, jefe del Estado Mayor del cuerpo de Infantería de Marina, quien tras una reunión con los conspiradores de mayor rango (la mayoría capitanes de fragata) aceptó encabezar un movimiento[2].
Tras algunos contactos con los futuros triunviros, con los que se puso rápidamente de acuerdo en un programa general de gobierno, Toranzo Calderón no logró, en cambio, atraer a Aramburu a su movimiento, quien seguía siendo escéptico sobre la posibilidad de sublevar efectivos del Ejército. En esta oportunidad tampoco Bonnecarrere, ni Labayru pudieron convencer a Aramburu de plegarse al golpe.
En materia de rango de los conspiradores, la situación en la Fuerza Aérea era todavía peor que en la Marina y en el Ejército. Los pilotos más decididos a alzarse contra Perón no pasaban de teniente, 1er teniente, capitán y mayor, equivalentes a teniente de corbeta, de fragata, de navío y capitán de corbeta en la Armada, pero debajo de los vicecomodoros y comodoros, que son los grados equivalentes a teniente coronel y coronel en el Ejército y capitán de fragata y de navío en la Marina. Los aviadores más activos en esta etapa de la conspiración eran los mayores Dardo Eugenio Ferreyra, Agustín Héctor de la Vega y Eduardo Correa, los capitanes Julio Cesar Cáceres y Lisandro Suárez y los primeros tenientes Carlos Enrique Carús y Orlando Arrechea.
Fue el grupo civil el que, a través de los doctores Mario Amadeo y Luís María de Pablo Pardo, concluyeron que el general Justo León Bengoa podría ofrecer lo que los marinos y aviadores necesitaban[3]. Bengoa era a la sazón (marzo de 1955) comandante de la III División de Infantería con sede en Paraná. Aceptada la propuesta por Toranzo Calderón, un grupo de civiles, incluyendo a Amadeo, partió a entrevistar a Bengoa en Paraná. Eran los primeros días de abril. Impuesto del complot, Bengoa manifestó compartir todas las inquietudes y propósitos de los revolucionarios, pero consideraba que el “clima civil” debía agravarse todavía más antes que un golpe tuviera posibilidades de éxito. Días después, el domingo 23/4, Bengoa y Toranzo Calderón se reunieron en Buenos Aires y cerraron – en palabras de este último – un acuerdo “básico”, dejando detalles para más adelante.
Mientras se desarrollaban estas tratativas, el ministro de Marina, almirante Olivieri, cada día más asqueado del gobierno del que formaba parte desde hacía cuatro años, trataba de convencer a los otros ministros militares de presionar a Perón para obligarlo a hacer cambios importantes en su elenco y en la orientación general del gobierno. Pero si Perón y sus colaboradores tenían alguna intención de cambiar, era en sentido contrario al que Olivieri imaginaba: El 1ro de mayo de 1955, al inaugurar el período ordinario de sesiones del Congreso, Perón, refiriéndose a la Constitución, dijo: “Si la más encumbrada de nuestras leyes fuese un obstáculo en el camino que sigue nuestro pueblo con sus banderas de justicia, de libertad y de soberanía, marchando hacia las altas cumbres de su destino, no deberíamos dudar ni un solo instante en declararla caduca en nombre de la Doctrina Nacional”[4].
A fines de mayo un enviado de Bengoa, el teniente coronel auditor Horacio Mainar mantuvo reuniones con los principales marinos y aviadores complotados, para explorar planes, objetivos y posibilidades. El plan de revolucionario incluía los siguientes elementos:
- Toda la aviación de la Base Aeronaval Punta Indio (situada a unos 150kms de Buenos Aires) participaría del asalto inicial contra la Casa Rosada, en tanto que la infantería de marina de dicha base, embarcada en aviones de transporte, capturaría el aeropuerto de Ezeiza para usarlo como base de alternativa.
- Las unidades de infantería de marina de Río Santiago o, eventualmente, las apostadas en la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires, tendrían a su cargo la operación terrestre contra la sede del Gobierno.
- Los complotados de la Fuerza Aérea coparían la base de Morón, de la que luego se haría cargo el vicecomodoro (retirado) Jorge Rojas Silveyra. Esta era la sede de la VII Brigada Aérea de Caza equipada con los únicos aviones a reacción existentes entonces en la Argentina: Los Gloster Meteor Mk IV. Contar con estos aparatos aseguraría a los sublevados el control total del aire.
- Sobre apoyos en el Ejército, solo existía el acuerdo básico de Bengoa. Se previó entonces que, lanzado el ataque a las sede gubernamental, algunos aviones de la Armada sobrevolarían los cuarteles de Palermo (regimientos 1 y 2 de infantería) en apoyo de los oficiales retirados que tratarían de copar y sublevar estas unidades.
- Finalmente, se fijó el sábado 9 de julio de 1955 como fecha tentativa.
El viernes 10/6 a las 03:30 Toranzo Calderón y de Pablo Pardo partieron en automóvil para entrevistarse con Bengoa que estaba en Rosario. El jefe militar prefirió, sin embargo, que esta segunda reunión se llevara a cabo al día siguiente (sábado 11) en su domicilio de Paraná[5]. Allí Bengoa, por considerar que Toranzo Calderón era quien había liderado la conspiración, no quiso asumir la responsabilidad de encabezar el movimiento, cediéndole el honor al almirante. Tras ponerse de acuerdo sobre la fundamentación del golpe (la ilegítima vigencia del estado de guerra y la persecución religiosa), Bengoa consideró que los efectivos que tenía Toranzo Calderón eran suficientes como para voltear al gobierno. No obstante, teniendo él que viajar a Buenos Aires en los próximos días, se comprometió a tratar de sumar al alzamiento al general Heraclio Ferrazzano, comandante de la II División de Infantería con sede en La Plata. Cuando el almirante le dijo que podría verse obligado a pronunciarse de acuerdo al desarrollo de los acontecimientos, Bengoa le respondió: “Bueno, muy bien. Vd. produzca los hechos y yo desde acá lo apoyo”.
A Toranzo Calderón no se le escapaban las debilidades de su plan, pero mucho pesaba en él la presión para lanzarse que ejercían sus subordinados. Poniendo todo sobre la balanza, el almirante esperaba que frente a un hecho consumado, el resto de las fuerzas armadas lo seguiría o, por lo menos, no se opondría al nuevo estado de cosas.
En los días posteriores a la reunión Bengoa-Toranzo Calderón (sábado 11/6) el país todo vivió toda la conmoción resultante de:
a) La masiva procesión del “Corpus Christi” que tuvo lugar ese mismo día;
b) Las acusaciones cruzadas, repercusiones e investigaciones que se desataron en torno a la quema de una bandera nacional en horas del anochecer de ese sábado;
c) El asedio por parte de elementos pro-gubernamentales a un numeroso grupo de fieles que el domingo 12 por la mañana ocuparon la Catedral Metropolitana en defensa de un rumoreado ataque e incendio y
d) La deportación de los prelados monseñores Ramón Novoa y Manuel Tato (decidida el martes 14 y ejecutada el miércoles 15).
Si bien fueron todos hechos que indignaron al arco opositor antiperonista, el hecho que llevó a Toranzo Calderón a lanzar su golpe de manera prematura fue la información que recibió el lunes 13 por la noche: Agentes del Servicio de Informaciones y Seguridad Aeronáutica tenían filmaciones de personas ingresando y saliendo de su departamento en la calle Cuba 2230.
El martes 14 de junio por la mañana el almirante se reunió en su despacho del Ministerio de Marina con los principales conspiradores. Ante lo que todos interpretaban como la antesala de una redada que los llevaría a la cárcel, evaluaron dar el golpe de manera inmediata. Cuando el jefe de la aviación de ataque de Punta Indio confirmó que estaría listo para salir en 48 horas, Toranzo Calderón tomó la decisión de lanzarse el jueves 16.
Los intensos preparativos llevados a cabo en la tarde de ese día (martes 14/6) y en el siguiente (miércoles 15/6) incluyeron no solo el aprestamiento de los efectivos de la aviación naval y de la infantería de marina que participarían en el golpe inicial y las comunicaciones que se enviarían a otras bases navales (con órdenes de movilización simulando la firma de Comandante de Operaciones Navales), sino también los avisos a los grupos de “comandos” civiles que colaborarían en el copamiento de radios y, también, de la Casa Rosada, a los oficiales de la Fuerza Aérea y la imprescindible coordinación del alzamiento con el general Bengoa.
Es importante subrayar y recordar cuatro hechos que tuvieron lugar la víspera del golpe, o sea el miércoles 15 de junio, hechos que se encadenarían para que el jueves 16 de junio de 1955 tuviera lugar uno de los episodios de armas más insólitos y dramáticos de la historia política argentina.
1) En Punta Indio, el oficial de meteorología (comprometido con los rebeldes) le advirtió al jefe de los pilotos: “Señor, mañana va a ser un día pésimo… ¡Tiene que hacer lo indecible para parar esto!”, pero aquel le contestó que era imposible, que el plan estaba descubierto y que el gobierno iba a meter presa a mucha gente.
2) Toranzo Calderón impuso a su jefe inmediato, el almirante Benjamín Gargiulo, Comandante del Cuerpo de Infantería de Marina, de lo que iba a ocurrir. Gargiulo no había participado de la conjura, pero no podía ignorar las reuniones y conciliábulos que se habían desarrollado en el mismísimo despacho de su subordinado. Cuando Gargiulo transmitió la noticia al ministro Olivieri, este le rogó que “detuviera esa locura”. Los dos sabían que ya era demasiado tarde, pero tampoco estaban – ninguno de los dos – dispuestos a denunciar a los conjurados. Esperaron los hechos pasivamente y así fue como pagaron las consecuencias[6].
3) Cuando la persona enviada a Paraná a avisarle del cambio de fecha a Bengoa llegó a destino, después de viajar todo el día descubrió con horror que se habían cruzado. En efecto, Bengoa había elegido ese día miércoles 15 para viajar a Buenos Aires con la intención de apurar los contactos militares que se había comprometido a hacer. Si bien la tan repentina decisión de Toranzo Calderón (de lanzarse a la acción) no le daría tiempo de actuar a la inteligencia oficial, tampoco se lo daría al Gral. Bengoa: Al anochecer de la víspera del alzamiento, el único jefe del Ejército con quien los marinos y aviadores rebeldes podían contar como apoyo se hallaba a 500kms de su comando.
4) La treintena de tenientes, capitanes y mayores complotados dentro de la Fuerza Aérea se encontraron con solo 24 horas para imaginar como coparían la base de Morón, en un día (el jueves 16 de junio) en el cual toda la plana mayor estaría presente para presenciar un desfile en desagravio de la bandera.
Jueves 16 de junio, primera hora – Buenos Aires: El almirante Toranzo Calderón y su estado mayor rebelde toman el control del edificio del Ministerio de Marina con el concurso de la compañía de infantería que presta seguridad en la sede. El Ministerio funcionaba entonces en la intersección de la Av. Madero y Cangallo, a solo cuatro cuadras de la Casa Rosada[7].
Primera hora – Punta Indio: La base aeronaval, ubicada en esta localidad a 150kms al S.E. de la ciudad, es copada por los oficiales complotados. Salvo el jefe de la base y un oficial – que quedan detenidos – la totalidad de los oficiales y suboficiales, fueran tripulaciones o personal de tierra, acatan las órdenes de los sublevados.
10:00 – Punta Indio: Con tiempo malo, nubes bajas y su dotación completa de bombas y armamento, despegan los aviones de la Escuadra de Ataque Nº 3. Son cinco bimotores Beechcraft T-11B Kansan (bombarderos livianos tripulados por cuatro hombres, con capacidad de portar dos bombas de 110kgs para ser arrojadas en vuelo horizontal) y veintidós monomotores North American T-6G Texan (entrenadores biplazas capaces de actuar como bombarderos en picada portando bajo sus alas dos bombas de 50kgs). Pese a corresponder a diseños anteriores al ingreso de los EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, en 1955 estos 27 aviones eran perfectamente operables por tripulaciones bien adiestradas. Debe señalarse, no obstante, que eran aparatos “livianos”, sin la capacidad destructiva de los bombarderos cuatrimotores. Mientras seis Texan se dirigirían a patrullar el espacio aéreo sobre los cuarteles militares de Palermo y otros del Gran Buenos Aires – con el objeto de alentar posibles sublevaciones o, al menos, neutralizar movimientos hostiles – los cinco Beechcraft y los restantes dieciséis Texan arrojarían sus bombas sobre la Casa Rosada, blanco al cual estimaban llegar alrededor de las 10:30.
10:10 – Punta Indio: Tras los aviones de combate despegan los Douglas DC3 y DC4 de la Escuadra de Transporte Nº 4. Llevan a bordo con equipo completo a la compañía de Infantería de Marina que prestaba seguridad en la Base Aeronaval y ponen rumbo al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, que todavía se hallaba en construcción.
10:10 – Apostadero Naval Buenos Aires, Dársena Norte: El capitán de fragata Juan Carlos Argerich, jefe del Batallón 4 de Infantería de Marina, embarca sus 150 efectivos en camiones y los traslada al Ministerio de Marina. Inmediatamente después del bombardeo (como se dijo, estimado para las 10:30), el Batallón 4 – auxiliado por comandos civiles que merodearían la Plaza de Mayo – avanzaría para ocupar lo que hubiera quedado de la sede presidencial y tratar de capturar a Juan Domingo Perón y su entorno ministerial. La unidad acababa de recibir los entonces modernísimos fusiles automáticos belgas “FN” (antecesor del “FAL”).
10:30 – Río de la Plata: Las nubes bajas y la visibilidad cero a baja altura (condiciones climáticas que se mantendrían hasta pasado el mediodía) impiden a los veintisiete aviones de combate atacar su objetivo y los obliga a sobrevolar el río en círculos en espera de una mejoría.
10:45 – Ezeiza: Aterrizan los DC3 y DC4 provenientes de Punta Indio. Con los efectivos desembarcados poco le cuesta al capitán de fragata Bassi – autor intelectual del plan rebelde – neutralizar a las autoridades del aeropuerto, desplegar a sus hombres en un perímetro defensivo y hacerse cargo de las operaciones.
Horas de la mañana - Morón: Varias escuadrillas de Gloster Meteor Mk IV desplegados en esta base de la Fuerza Aérea se preparan para participar de un desfile en homenaje y desagravio a la bandera quemada el sábado anterior (11/6). En medio de tanta actividad, los pilotos y oficiales complotados (tenientes, capitanes y mayores) no encuentran resquicio para apoderarse de la base. Los birreactores Meteor, primeros jets de combate británicos, habían sido adquiridos por la Argentina en 1948 y si bien para 1955 eran ya algo anticuados, con su velocidad de 950kph y sus cuatro cañones de 20mm eran los aviones de combate más veloces y peligrosos que poseía el país.
11:00 – Ministerio de Marina: No obstante la inquietud provocada por la demora en el bombardeo de la Casa Rosada y la carencia de noticias de Morón, Toranzo Calderón hace despachar órdenes de movilización a todas las bases y unidades de la Armada falsificando la identificación del Comandante de Operaciones Navales, almirante Brunet. Si bien en estos destinos había marinos comprometidos, la precipitación del movimiento hace que los llamados no tengan casi eco. Solo se pliegan tres PBY Catalina de la Base Aeronaval Comandante Espora en Bahía Blanca.
12:00 – Casa Rosada: En conocimiento del anormal despegue de la aviación naval de Punta Indio y del copamiento del aeropuerto de Ezeiza por parte de la Infantería de Marina, de los movimientos extraños que tenían lugar en el Ministerio de Marina y habiendo detectado las falsas órdenes de movilización que habían sido enviadas a las dependencias navales de todo el país, cerca del mediodía el Gobierno va disponiendo:
- Que el personal civil evacue la Casa Rosada y Perón se traslade al Ministerio de Guerra;
- Que el Escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo “Gral. San Martín” a cargo de la custodia de la Casa Rosada fuera reforzado y montara ametralladoras pesadas en las ventanas y armas antiaéreas livianas en las azoteas;
- Que los restantes escuadrones de Granaderos y otros regimientos del Ejército (en Palermo y La Tablada) se movilizaran hacia la Plaza de Mayo, hacia Ezeiza y hacia la Escuela de Mecánica de la Armada y
- Que en la base aérea de Morón dos escuadrillas de la VII Brigada Aérea, cada una compuesta por cuatro interceptores Gloster Meteor, fueran armadas con munición de guerra y despegaran con orden de derribar a cualquier avión naval que volara sobre la ciudad.
12:00 – Ministerio de Marina: La total ausencia de noticias y contacto con los aviones navales de la escuadrilla de ataque y la evidencia de haber perdido el factor sorpresa llevan a Toranzo Calderón a dar la operación por fracasada. Ordena al Batallón 4 de Infantería de Marina replegarse a sus cuarteles de Dársena Norte.
12:30 – Ministerio de Marina: Al recibir la noticia (retrasmitida por los rebeldes de Ezeiza) que los aviones estaban prestos a atacar, ya que se había abierto levemente la capa de nubes, Toranzo Calderón cambia de opinión y da la orden de ataque.
12:40 – Casa Rosada: El primer Beechcraft entra en vuelo rasante horizontal desde el Río de la Plata y lanza sus bombas sobre la Casa Rosada. Tras el ataque de los otros cuatro bimotores, es el turno de los dieciséis Texan que bombardean en picada. Aunque la mayoría de las bombas caen sobre el blanco, al menos una hace impacto directo en un trolley-bus que circula por la Av. Paseo Colón: Mueren todos sus ocupantes. Las bombas destrozan partes de las azoteas y pisos altos – causando las primeras bajas militares y entre los civiles que todavía permanecían en la residencia – pero no logran neutralizar el dispositivo de defensa desplegado por los Granaderos. Descargadas las bombas, los aviones navales se dirigen a Ezeiza, donde la Infantería de Marina y el personal de tierra los esperan para reabastecerlos y rearmarlos.
13:00 – Buenos Aires: Los primeros cuatro Gloster Meteor que han despegado de Morón con órdenes leales avistan entre las nubes a dos Texan que patrullan la vertical del Aeroparque. Con una diferencia de velocidad máxima de 950kph vs. 350kph es casi un milagro que uno de los dos aviones navales se salve ocultándose entre las nubes. El otro es derribado en el acto, su piloto salta en paracaídas y es rescatado del Río de la Plata por una lancha de la Prefectura.
13:30 – Ezeiza: Otro Gloster Meteor leal ametralla las pistas y plataformas de Ezeiza donde repostan los aviones navales recién llegados de su incursión sobre la Casa Rosada. Un Beechcraft es destruido y dos aviones civiles (uno de la línea aérea sueca S.A.S. y otro de Aerolíneas Argentinas) son averiados. Los Gloster Meteor leales pudieron haber causado mucho más daño a la aviación rebelde, tanto en tierra como en el aire, pero – como se verá más abajo – la mayoría de los pilotos de la Fuerza Aérea tienen el corazón más cerca de sus camaradas de la Armada, que del gobierno de Perón.
13:30 – Casa Rosada: Tras la explosión de las últimas bombas, los 150 efectivos del Batallón 4 – que han regresado presurosamente al Ministerio de Marina – reciben la orden de avanzar sobre la Casa Rosada. Una compañía ataca desde la Plaza Colón, en tanto que la otra lo hace frente a la explanada de la calle Rivadavia. Los Granaderos reciben a los infantes de Marina haciendo fuego con las ametralladoras pesadas emplazadas en varios puntos estratégicos de la todavía humeante estructura. Al comprobar la imposibilidad de avanzar sin riesgo de ver a sus hombres aniquilados, Argerich ordena el repliegue de sus efectivos, pero sin dejar de combatir. La orden demora en llegar a la compañía que está sobre la Plaza Colón, la que queda bajo fuego cruzado desde la Casa Rosada y desde el Ministerio de Guerra.
14:15 – Ministerio de Marina e inmediaciones: La infantería de marina combate ahora en defensa de la sede Ministerio. Lo hacen la compañía que presta seguridad al edificio y los efectivos del Batallón 4 que se van replegando.
14:30 – Ministerio de Marina: Enterado del estallido revolucionario, el Ministro de Marina, almirante Olivieri, abandona el Hospital Naval en Parque Centenario y se dirige a la sede de su Ministerio. Al llegar y ver que el edificio ya esta siendo acosado por el fuego del Ejército y amenazado por civiles armados, Olivieri se hace cargo del mando, quedando comprometido con la sublevación.
14:30 – Morón, 14:30: Treinta y tres oficiales de la Fuerza Aérea (con grados entre teniente y mayor) actuando con destacable audacia y valentía logran copar la base, encierran en hangares a varios comodoros, brigadieres y unos 500 suboficiales leales y dan aviso a los marinos en Ezeiza que a partir de ese momento los veloces y temibles Gloster Meteor apoyan la revolución. Con tan inesperado como bienvenido refuerzo – recuérdese que un rato antes estos cazas habían derribado un Texan naval y ametrallado Ezeiza – los aviadores navales coordinan el segundo ataque aéreo a la Casa Rosada con sus colegas de la Fuerza Aérea.
15:00 – Ministerio de Marina: Con el Ejército y civiles armados de la Alianza Libertadora Nacionalista acribillando el edificio del Ministerio de Marina, una total carencia de refuerzos[8], aislado y desconociendo lo que ocurría con la aviación, el almirante Olivieri llama al Ministro de Guerra, Gral. Lucero, para detener la lucha.
15:10 – Casa Rosada: Un soldado de la sección antiaérea de Granaderos desplegada en la azotea de la Casa Rosada grita: “¡Aviones!”. Son los Beechcraft y Texan navales que se aproximan para el segundo ataque. Vuelan bajo, pero esta vez no desde el río, sino desde la Avenida de Mayo. Se les han unido los tres hidroaviones PBY Catalina provenientes de la Base Aeronaval de Comandante Espora, improvisadamente cargados con bombas en Ezeiza. Si bien los Gloster Meteor ya no los amenazan, los aviones navales son recibidos por una cortina de fuego mucho más intensa que la de la mañana, ya que el Ejército ha reforzado las ametralladoras del Regimiento de Granaderos con cañones antiaéreos Oerlikon y Bosfors.
15:30 – Casa Rosada: Tras el segundo ataque de los aviones de la Armada – que ha interrumpido el diálogo iniciado por Olivieri – los partidarios del gobierno tienen la desagradable sorpresa de ver llegar varias escuadrillas de Gloster Meteor de la Fuerza Aérea, ahora plegados a los rebeldes. Estos no portan bombas, pero disparan munición explosiva desde los cuatro cañones Hispano-Suiza de 20mm que llevan en su trompa.
Horas de la tarde – Buenos Aires: Haciendo numerosas salidas desde sus bases de Ezeiza y Morón, una inusual fuerza aérea combinada de cerca de cuarenta aviones navales y militares ataca a lo largo de dos horas y con inusitada violencia no solo la Casa Rosada, sino también el Ministerio de Guerra, la artillería antiaérea emplazada en la Plaza de Mayo, las tropas que hostigan al Ministerio de Marina, las antenas de las radios oficiales, el Departamento Central de Policía, las avanzadas del Regimiento 3 de La Tablada y de unidades blindadas de Campo de Mayo que amenazan a sus propias bases de Ezeiza y Morón y hasta un edificio en la calle Gelly y Obes al 2200 en el cual Perón poseía un departamento[9].
16:30 – Buenos Aires: Con las balas todavía silbando y bombas cayendo, ya a esta hora comienza el saqueo e incendio de los templos por parte de bandas de civiles. Ante la pasividad de policías, bomberos y tropas del ejército, la Catedral y la Curia metropolitanas son las primeras víctimas[10].
16:30 – Ezeiza: Tras ser ametrallado por la aviación naval rebelde, el Regimiento 3 de Infantería (con sede en La Tablada) recaptura el aeropuerto de Ezeiza.
17:00 – Buenos Aires: Pese a la virulencia y a las víctimas que provoca[11], el segundo ataque aéreo solo sirve para demorar el final durante un par de horas. Tras una tenaz y denodada resistencia de los infantes de Marina, rodeados y acribillados en el Ministerio de Marina por fuerzas del Ejército muy superiores en número y armamento, incluyendo vehículos blindados, y carente – aparte de la aviación – de todo apoyo externo, Olivieri retoma el contacto con Lucero, parlamenta con los generales Arnaldo Sosa Molina y Juan José Valle y – recibidas las garantías del caso (en particular, que el edificio no fuera entregado a civiles) – rinde sus efectivos. Merece destacarse el notable comportamiento en combate de los oficiales, suboficiales y soldados del Ejército que participaron de la lucha de esa tarde (pertenecientes a los regimientos “Buenos Aires”, “Granaderos” y 1, 2 y 3 de infantería), los que pese al incesante fuego que recibieron desde el Ministerio de Marina y el feroz acoso que sufrieron por parte de la aviación rebelde, no cejaron ni por un instante en dominar los focos rebeldes[12].
17:20 – Buenos Aires: Mientras Perón está hablando por radio anunciando la rendición, los últimos cuatro Gloster Meteors despegados de Morón (y ya camino al Uruguay) generan nuevas corridas y temores al descargar sus cañones contra el Departamento Central de Policía, la Casa Rosada y el Ministerio de Guerra.
17:30 – Morón: Unidades blindadas de Campo de Mayo recuperan para el gobierno la base aérea de Morón. El último avión rebelde en despegar, un DC3 naval, lo hace en medio del fuego de las armas leales. Había venido desde Ezeiza a rescatar a aviadores y civiles que han apoyado el golpe.
18:00 – República Oriental del Uruguay: Ya oscureciendo, treinta y seis aviones militares y navales argentinos transportando a 122 hombres se posan en aeródromos uruguayos. Los pilotos, otros oficiales navales y aeronáuticos rebeldes y algunos civiles que no escapan en los aviones de combate, lo hacen en los DC3 y DC4 de transporte.
Horas del anochecer - Ministerio de Marina: Los oficiales rebeldes capturados son detenidos e incomunicados en sus despachos y en diversos lugares del detrozado edificio, el que queda ocupado y custodiado por el Ejército.
Madrugada del viernes 17 – Ministerio de Marina: Un oficial del Ejército les ofrece un arma a los almirantes Toranzo Calderón, Olivieri y Gargiulo. Mientras los dos primeros rechazan la insinuación, el Almirante Benjamín Gargiulo escribe una carta a su familia y se quita la vida.
Notas
[1] Miguel Ángel Zavala Ortiz (por la UCR), Adolfo Vicchi (por el partido conservador) y Américo Ghioldi (por el socialismo).
[2] Toranzo Calderón había egresado como subteniente del Colegio Militar, pasando a la Infantería de Marina cuando este cuerpo se creó. No era, pues, un oficial “barquero” y ni siquiera egresado de la Escuela Naval. Pero los conspiradores apreciaban en él que era un decidido antiperonista, que – por añadidura – tenía mando de tropas. Lo cierto, además, es que no habían encontrado a ningún otro.
[3] En 1953 Bengoa, de extracción nacionalista moderada, había conducido de manera enérgica la investigación ordenada por Perón sobre el caso Duarte.
[4] ¡Menos mal que se trataba de la Constitución peronista de 1949…!
[5] Nótese que era el mismo día en el que en Buenos Aires se llevaría a cabo la tensa procesión del “Corpus Christi”.
[6] El disgusto de Olivieri y su costumbre de fumar sin control le provocaron esa tarde (del miércoles 15) una crisis cardíaca tal que debió ser internado en el Hospital Naval con un preinfarto.
[7] El edificio que es actualmente sede del comando de la Prefectura Naval Argentina.
[8] A primera hora de la tarde tropas del Ejército provenientes de los cuarteles de Palermo habían rodeado y neutralizado los cuarteles de la Escuela de Mecánica de la Armada, en las avenidas del Libertador y Gral. Paz. Los otros intentos hechos por los sublevados de Ezeiza para traer por vía aérea refuerzos de infantería de marina desde Mar del Plata, Azul y Puerto Belgrano también habían sido neutralizados.
[9] Se lo había regalado el empresario Alberto Dodero.
[10] Fueron victimas de saqueos y/o incendios la Catedral y la Curia Metropolitanas, las iglesias de Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio, San Miguel, La Merced, del Socorro, San Nicolás de Bari, San Juan Bautista y la capilla San Roque. La orden dada al Jefe de la Policía, Comisario Miguel Gamboa, de mantener a la policía alejada de las calles emanó directamente del Ministro del Interior, Ángel Borlenghi.
[11] La cantidad de civiles muertos en la jornada informada por el propio Perón alcanzó a 200 personas. Posteriormente, otras fuentes peronistas elevaron la cifra, con fines de propaganda, hasta 300 o más. Si bien muchos fueron víctimas inocentes de los ataques aéreos – sobre todo del primer bombardeo, ya que luego los civiles se alejaron de la zona – la mayoría de los fallecidos fueron los militantes y activistas que atacaron al Ministerio de Marina mezclados con las tropas leales. Temerosos de los que les podría ocurrir en caso de caer en manos de estos elementos civiles, los infantes de marina tuvieron especial cuidado de hacer puntería sobre ellos. Los muertos militares de ambos bandos alcanzaron a veinte. Cabe destacar el caso del general Tomás Vergara Ruzo, alcanzado su vehículo por una bomba cuando intentaba llegar al teatro de operaciones para incorporarse a la lucha.
[12] Este comportamiento contrastaría con el que, salvo contadas excepciones, se observaría en la revolución de septiembre.
Finalmente, mientras los civiles acordaron los nombres del triunvirato que tomaría el poder tras el golpe[1], marinos y aviadores llegaron, a través del capitán de corbeta Suárez Rodríguez, al contralmirante Samuel Toranzo Calderón, jefe del Estado Mayor del cuerpo de Infantería de Marina, quien tras una reunión con los conspiradores de mayor rango (la mayoría capitanes de fragata) aceptó encabezar un movimiento[2].
Tras algunos contactos con los futuros triunviros, con los que se puso rápidamente de acuerdo en un programa general de gobierno, Toranzo Calderón no logró, en cambio, atraer a Aramburu a su movimiento, quien seguía siendo escéptico sobre la posibilidad de sublevar efectivos del Ejército. En esta oportunidad tampoco Bonnecarrere, ni Labayru pudieron convencer a Aramburu de plegarse al golpe.
En materia de rango de los conspiradores, la situación en la Fuerza Aérea era todavía peor que en la Marina y en el Ejército. Los pilotos más decididos a alzarse contra Perón no pasaban de teniente, 1er teniente, capitán y mayor, equivalentes a teniente de corbeta, de fragata, de navío y capitán de corbeta en la Armada, pero debajo de los vicecomodoros y comodoros, que son los grados equivalentes a teniente coronel y coronel en el Ejército y capitán de fragata y de navío en la Marina. Los aviadores más activos en esta etapa de la conspiración eran los mayores Dardo Eugenio Ferreyra, Agustín Héctor de la Vega y Eduardo Correa, los capitanes Julio Cesar Cáceres y Lisandro Suárez y los primeros tenientes Carlos Enrique Carús y Orlando Arrechea.
Fue el grupo civil el que, a través de los doctores Mario Amadeo y Luís María de Pablo Pardo, concluyeron que el general Justo León Bengoa podría ofrecer lo que los marinos y aviadores necesitaban[3]. Bengoa era a la sazón (marzo de 1955) comandante de la III División de Infantería con sede en Paraná. Aceptada la propuesta por Toranzo Calderón, un grupo de civiles, incluyendo a Amadeo, partió a entrevistar a Bengoa en Paraná. Eran los primeros días de abril. Impuesto del complot, Bengoa manifestó compartir todas las inquietudes y propósitos de los revolucionarios, pero consideraba que el “clima civil” debía agravarse todavía más antes que un golpe tuviera posibilidades de éxito. Días después, el domingo 23/4, Bengoa y Toranzo Calderón se reunieron en Buenos Aires y cerraron – en palabras de este último – un acuerdo “básico”, dejando detalles para más adelante.
Mientras se desarrollaban estas tratativas, el ministro de Marina, almirante Olivieri, cada día más asqueado del gobierno del que formaba parte desde hacía cuatro años, trataba de convencer a los otros ministros militares de presionar a Perón para obligarlo a hacer cambios importantes en su elenco y en la orientación general del gobierno. Pero si Perón y sus colaboradores tenían alguna intención de cambiar, era en sentido contrario al que Olivieri imaginaba: El 1ro de mayo de 1955, al inaugurar el período ordinario de sesiones del Congreso, Perón, refiriéndose a la Constitución, dijo: “Si la más encumbrada de nuestras leyes fuese un obstáculo en el camino que sigue nuestro pueblo con sus banderas de justicia, de libertad y de soberanía, marchando hacia las altas cumbres de su destino, no deberíamos dudar ni un solo instante en declararla caduca en nombre de la Doctrina Nacional”[4].
A fines de mayo un enviado de Bengoa, el teniente coronel auditor Horacio Mainar mantuvo reuniones con los principales marinos y aviadores complotados, para explorar planes, objetivos y posibilidades. El plan de revolucionario incluía los siguientes elementos:
- Toda la aviación de la Base Aeronaval Punta Indio (situada a unos 150kms de Buenos Aires) participaría del asalto inicial contra la Casa Rosada, en tanto que la infantería de marina de dicha base, embarcada en aviones de transporte, capturaría el aeropuerto de Ezeiza para usarlo como base de alternativa.
- Las unidades de infantería de marina de Río Santiago o, eventualmente, las apostadas en la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires, tendrían a su cargo la operación terrestre contra la sede del Gobierno.
- Los complotados de la Fuerza Aérea coparían la base de Morón, de la que luego se haría cargo el vicecomodoro (retirado) Jorge Rojas Silveyra. Esta era la sede de la VII Brigada Aérea de Caza equipada con los únicos aviones a reacción existentes entonces en la Argentina: Los Gloster Meteor Mk IV. Contar con estos aparatos aseguraría a los sublevados el control total del aire.
- Sobre apoyos en el Ejército, solo existía el acuerdo básico de Bengoa. Se previó entonces que, lanzado el ataque a las sede gubernamental, algunos aviones de la Armada sobrevolarían los cuarteles de Palermo (regimientos 1 y 2 de infantería) en apoyo de los oficiales retirados que tratarían de copar y sublevar estas unidades.
- Finalmente, se fijó el sábado 9 de julio de 1955 como fecha tentativa.
El viernes 10/6 a las 03:30 Toranzo Calderón y de Pablo Pardo partieron en automóvil para entrevistarse con Bengoa que estaba en Rosario. El jefe militar prefirió, sin embargo, que esta segunda reunión se llevara a cabo al día siguiente (sábado 11) en su domicilio de Paraná[5]. Allí Bengoa, por considerar que Toranzo Calderón era quien había liderado la conspiración, no quiso asumir la responsabilidad de encabezar el movimiento, cediéndole el honor al almirante. Tras ponerse de acuerdo sobre la fundamentación del golpe (la ilegítima vigencia del estado de guerra y la persecución religiosa), Bengoa consideró que los efectivos que tenía Toranzo Calderón eran suficientes como para voltear al gobierno. No obstante, teniendo él que viajar a Buenos Aires en los próximos días, se comprometió a tratar de sumar al alzamiento al general Heraclio Ferrazzano, comandante de la II División de Infantería con sede en La Plata. Cuando el almirante le dijo que podría verse obligado a pronunciarse de acuerdo al desarrollo de los acontecimientos, Bengoa le respondió: “Bueno, muy bien. Vd. produzca los hechos y yo desde acá lo apoyo”.
A Toranzo Calderón no se le escapaban las debilidades de su plan, pero mucho pesaba en él la presión para lanzarse que ejercían sus subordinados. Poniendo todo sobre la balanza, el almirante esperaba que frente a un hecho consumado, el resto de las fuerzas armadas lo seguiría o, por lo menos, no se opondría al nuevo estado de cosas.
En los días posteriores a la reunión Bengoa-Toranzo Calderón (sábado 11/6) el país todo vivió toda la conmoción resultante de:
a) La masiva procesión del “Corpus Christi” que tuvo lugar ese mismo día;
b) Las acusaciones cruzadas, repercusiones e investigaciones que se desataron en torno a la quema de una bandera nacional en horas del anochecer de ese sábado;
c) El asedio por parte de elementos pro-gubernamentales a un numeroso grupo de fieles que el domingo 12 por la mañana ocuparon la Catedral Metropolitana en defensa de un rumoreado ataque e incendio y
d) La deportación de los prelados monseñores Ramón Novoa y Manuel Tato (decidida el martes 14 y ejecutada el miércoles 15).
Si bien fueron todos hechos que indignaron al arco opositor antiperonista, el hecho que llevó a Toranzo Calderón a lanzar su golpe de manera prematura fue la información que recibió el lunes 13 por la noche: Agentes del Servicio de Informaciones y Seguridad Aeronáutica tenían filmaciones de personas ingresando y saliendo de su departamento en la calle Cuba 2230.
El martes 14 de junio por la mañana el almirante se reunió en su despacho del Ministerio de Marina con los principales conspiradores. Ante lo que todos interpretaban como la antesala de una redada que los llevaría a la cárcel, evaluaron dar el golpe de manera inmediata. Cuando el jefe de la aviación de ataque de Punta Indio confirmó que estaría listo para salir en 48 horas, Toranzo Calderón tomó la decisión de lanzarse el jueves 16.
Los intensos preparativos llevados a cabo en la tarde de ese día (martes 14/6) y en el siguiente (miércoles 15/6) incluyeron no solo el aprestamiento de los efectivos de la aviación naval y de la infantería de marina que participarían en el golpe inicial y las comunicaciones que se enviarían a otras bases navales (con órdenes de movilización simulando la firma de Comandante de Operaciones Navales), sino también los avisos a los grupos de “comandos” civiles que colaborarían en el copamiento de radios y, también, de la Casa Rosada, a los oficiales de la Fuerza Aérea y la imprescindible coordinación del alzamiento con el general Bengoa.
Es importante subrayar y recordar cuatro hechos que tuvieron lugar la víspera del golpe, o sea el miércoles 15 de junio, hechos que se encadenarían para que el jueves 16 de junio de 1955 tuviera lugar uno de los episodios de armas más insólitos y dramáticos de la historia política argentina.
1) En Punta Indio, el oficial de meteorología (comprometido con los rebeldes) le advirtió al jefe de los pilotos: “Señor, mañana va a ser un día pésimo… ¡Tiene que hacer lo indecible para parar esto!”, pero aquel le contestó que era imposible, que el plan estaba descubierto y que el gobierno iba a meter presa a mucha gente.
2) Toranzo Calderón impuso a su jefe inmediato, el almirante Benjamín Gargiulo, Comandante del Cuerpo de Infantería de Marina, de lo que iba a ocurrir. Gargiulo no había participado de la conjura, pero no podía ignorar las reuniones y conciliábulos que se habían desarrollado en el mismísimo despacho de su subordinado. Cuando Gargiulo transmitió la noticia al ministro Olivieri, este le rogó que “detuviera esa locura”. Los dos sabían que ya era demasiado tarde, pero tampoco estaban – ninguno de los dos – dispuestos a denunciar a los conjurados. Esperaron los hechos pasivamente y así fue como pagaron las consecuencias[6].
3) Cuando la persona enviada a Paraná a avisarle del cambio de fecha a Bengoa llegó a destino, después de viajar todo el día descubrió con horror que se habían cruzado. En efecto, Bengoa había elegido ese día miércoles 15 para viajar a Buenos Aires con la intención de apurar los contactos militares que se había comprometido a hacer. Si bien la tan repentina decisión de Toranzo Calderón (de lanzarse a la acción) no le daría tiempo de actuar a la inteligencia oficial, tampoco se lo daría al Gral. Bengoa: Al anochecer de la víspera del alzamiento, el único jefe del Ejército con quien los marinos y aviadores rebeldes podían contar como apoyo se hallaba a 500kms de su comando.
4) La treintena de tenientes, capitanes y mayores complotados dentro de la Fuerza Aérea se encontraron con solo 24 horas para imaginar como coparían la base de Morón, en un día (el jueves 16 de junio) en el cual toda la plana mayor estaría presente para presenciar un desfile en desagravio de la bandera.
Jueves 16 de junio, primera hora – Buenos Aires: El almirante Toranzo Calderón y su estado mayor rebelde toman el control del edificio del Ministerio de Marina con el concurso de la compañía de infantería que presta seguridad en la sede. El Ministerio funcionaba entonces en la intersección de la Av. Madero y Cangallo, a solo cuatro cuadras de la Casa Rosada[7].
Primera hora – Punta Indio: La base aeronaval, ubicada en esta localidad a 150kms al S.E. de la ciudad, es copada por los oficiales complotados. Salvo el jefe de la base y un oficial – que quedan detenidos – la totalidad de los oficiales y suboficiales, fueran tripulaciones o personal de tierra, acatan las órdenes de los sublevados.
10:00 – Punta Indio: Con tiempo malo, nubes bajas y su dotación completa de bombas y armamento, despegan los aviones de la Escuadra de Ataque Nº 3. Son cinco bimotores Beechcraft T-11B Kansan (bombarderos livianos tripulados por cuatro hombres, con capacidad de portar dos bombas de 110kgs para ser arrojadas en vuelo horizontal) y veintidós monomotores North American T-6G Texan (entrenadores biplazas capaces de actuar como bombarderos en picada portando bajo sus alas dos bombas de 50kgs). Pese a corresponder a diseños anteriores al ingreso de los EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial, en 1955 estos 27 aviones eran perfectamente operables por tripulaciones bien adiestradas. Debe señalarse, no obstante, que eran aparatos “livianos”, sin la capacidad destructiva de los bombarderos cuatrimotores. Mientras seis Texan se dirigirían a patrullar el espacio aéreo sobre los cuarteles militares de Palermo y otros del Gran Buenos Aires – con el objeto de alentar posibles sublevaciones o, al menos, neutralizar movimientos hostiles – los cinco Beechcraft y los restantes dieciséis Texan arrojarían sus bombas sobre la Casa Rosada, blanco al cual estimaban llegar alrededor de las 10:30.
10:10 – Punta Indio: Tras los aviones de combate despegan los Douglas DC3 y DC4 de la Escuadra de Transporte Nº 4. Llevan a bordo con equipo completo a la compañía de Infantería de Marina que prestaba seguridad en la Base Aeronaval y ponen rumbo al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, que todavía se hallaba en construcción.
10:10 – Apostadero Naval Buenos Aires, Dársena Norte: El capitán de fragata Juan Carlos Argerich, jefe del Batallón 4 de Infantería de Marina, embarca sus 150 efectivos en camiones y los traslada al Ministerio de Marina. Inmediatamente después del bombardeo (como se dijo, estimado para las 10:30), el Batallón 4 – auxiliado por comandos civiles que merodearían la Plaza de Mayo – avanzaría para ocupar lo que hubiera quedado de la sede presidencial y tratar de capturar a Juan Domingo Perón y su entorno ministerial. La unidad acababa de recibir los entonces modernísimos fusiles automáticos belgas “FN” (antecesor del “FAL”).
10:30 – Río de la Plata: Las nubes bajas y la visibilidad cero a baja altura (condiciones climáticas que se mantendrían hasta pasado el mediodía) impiden a los veintisiete aviones de combate atacar su objetivo y los obliga a sobrevolar el río en círculos en espera de una mejoría.
10:45 – Ezeiza: Aterrizan los DC3 y DC4 provenientes de Punta Indio. Con los efectivos desembarcados poco le cuesta al capitán de fragata Bassi – autor intelectual del plan rebelde – neutralizar a las autoridades del aeropuerto, desplegar a sus hombres en un perímetro defensivo y hacerse cargo de las operaciones.
Horas de la mañana - Morón: Varias escuadrillas de Gloster Meteor Mk IV desplegados en esta base de la Fuerza Aérea se preparan para participar de un desfile en homenaje y desagravio a la bandera quemada el sábado anterior (11/6). En medio de tanta actividad, los pilotos y oficiales complotados (tenientes, capitanes y mayores) no encuentran resquicio para apoderarse de la base. Los birreactores Meteor, primeros jets de combate británicos, habían sido adquiridos por la Argentina en 1948 y si bien para 1955 eran ya algo anticuados, con su velocidad de 950kph y sus cuatro cañones de 20mm eran los aviones de combate más veloces y peligrosos que poseía el país.
11:00 – Ministerio de Marina: No obstante la inquietud provocada por la demora en el bombardeo de la Casa Rosada y la carencia de noticias de Morón, Toranzo Calderón hace despachar órdenes de movilización a todas las bases y unidades de la Armada falsificando la identificación del Comandante de Operaciones Navales, almirante Brunet. Si bien en estos destinos había marinos comprometidos, la precipitación del movimiento hace que los llamados no tengan casi eco. Solo se pliegan tres PBY Catalina de la Base Aeronaval Comandante Espora en Bahía Blanca.
12:00 – Casa Rosada: En conocimiento del anormal despegue de la aviación naval de Punta Indio y del copamiento del aeropuerto de Ezeiza por parte de la Infantería de Marina, de los movimientos extraños que tenían lugar en el Ministerio de Marina y habiendo detectado las falsas órdenes de movilización que habían sido enviadas a las dependencias navales de todo el país, cerca del mediodía el Gobierno va disponiendo:
- Que el personal civil evacue la Casa Rosada y Perón se traslade al Ministerio de Guerra;
- Que el Escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo “Gral. San Martín” a cargo de la custodia de la Casa Rosada fuera reforzado y montara ametralladoras pesadas en las ventanas y armas antiaéreas livianas en las azoteas;
- Que los restantes escuadrones de Granaderos y otros regimientos del Ejército (en Palermo y La Tablada) se movilizaran hacia la Plaza de Mayo, hacia Ezeiza y hacia la Escuela de Mecánica de la Armada y
- Que en la base aérea de Morón dos escuadrillas de la VII Brigada Aérea, cada una compuesta por cuatro interceptores Gloster Meteor, fueran armadas con munición de guerra y despegaran con orden de derribar a cualquier avión naval que volara sobre la ciudad.
12:00 – Ministerio de Marina: La total ausencia de noticias y contacto con los aviones navales de la escuadrilla de ataque y la evidencia de haber perdido el factor sorpresa llevan a Toranzo Calderón a dar la operación por fracasada. Ordena al Batallón 4 de Infantería de Marina replegarse a sus cuarteles de Dársena Norte.
12:30 – Ministerio de Marina: Al recibir la noticia (retrasmitida por los rebeldes de Ezeiza) que los aviones estaban prestos a atacar, ya que se había abierto levemente la capa de nubes, Toranzo Calderón cambia de opinión y da la orden de ataque.
12:40 – Casa Rosada: El primer Beechcraft entra en vuelo rasante horizontal desde el Río de la Plata y lanza sus bombas sobre la Casa Rosada. Tras el ataque de los otros cuatro bimotores, es el turno de los dieciséis Texan que bombardean en picada. Aunque la mayoría de las bombas caen sobre el blanco, al menos una hace impacto directo en un trolley-bus que circula por la Av. Paseo Colón: Mueren todos sus ocupantes. Las bombas destrozan partes de las azoteas y pisos altos – causando las primeras bajas militares y entre los civiles que todavía permanecían en la residencia – pero no logran neutralizar el dispositivo de defensa desplegado por los Granaderos. Descargadas las bombas, los aviones navales se dirigen a Ezeiza, donde la Infantería de Marina y el personal de tierra los esperan para reabastecerlos y rearmarlos.
13:00 – Buenos Aires: Los primeros cuatro Gloster Meteor que han despegado de Morón con órdenes leales avistan entre las nubes a dos Texan que patrullan la vertical del Aeroparque. Con una diferencia de velocidad máxima de 950kph vs. 350kph es casi un milagro que uno de los dos aviones navales se salve ocultándose entre las nubes. El otro es derribado en el acto, su piloto salta en paracaídas y es rescatado del Río de la Plata por una lancha de la Prefectura.
13:30 – Ezeiza: Otro Gloster Meteor leal ametralla las pistas y plataformas de Ezeiza donde repostan los aviones navales recién llegados de su incursión sobre la Casa Rosada. Un Beechcraft es destruido y dos aviones civiles (uno de la línea aérea sueca S.A.S. y otro de Aerolíneas Argentinas) son averiados. Los Gloster Meteor leales pudieron haber causado mucho más daño a la aviación rebelde, tanto en tierra como en el aire, pero – como se verá más abajo – la mayoría de los pilotos de la Fuerza Aérea tienen el corazón más cerca de sus camaradas de la Armada, que del gobierno de Perón.
13:30 – Casa Rosada: Tras la explosión de las últimas bombas, los 150 efectivos del Batallón 4 – que han regresado presurosamente al Ministerio de Marina – reciben la orden de avanzar sobre la Casa Rosada. Una compañía ataca desde la Plaza Colón, en tanto que la otra lo hace frente a la explanada de la calle Rivadavia. Los Granaderos reciben a los infantes de Marina haciendo fuego con las ametralladoras pesadas emplazadas en varios puntos estratégicos de la todavía humeante estructura. Al comprobar la imposibilidad de avanzar sin riesgo de ver a sus hombres aniquilados, Argerich ordena el repliegue de sus efectivos, pero sin dejar de combatir. La orden demora en llegar a la compañía que está sobre la Plaza Colón, la que queda bajo fuego cruzado desde la Casa Rosada y desde el Ministerio de Guerra.
14:15 – Ministerio de Marina e inmediaciones: La infantería de marina combate ahora en defensa de la sede Ministerio. Lo hacen la compañía que presta seguridad al edificio y los efectivos del Batallón 4 que se van replegando.
14:30 – Ministerio de Marina: Enterado del estallido revolucionario, el Ministro de Marina, almirante Olivieri, abandona el Hospital Naval en Parque Centenario y se dirige a la sede de su Ministerio. Al llegar y ver que el edificio ya esta siendo acosado por el fuego del Ejército y amenazado por civiles armados, Olivieri se hace cargo del mando, quedando comprometido con la sublevación.
14:30 – Morón, 14:30: Treinta y tres oficiales de la Fuerza Aérea (con grados entre teniente y mayor) actuando con destacable audacia y valentía logran copar la base, encierran en hangares a varios comodoros, brigadieres y unos 500 suboficiales leales y dan aviso a los marinos en Ezeiza que a partir de ese momento los veloces y temibles Gloster Meteor apoyan la revolución. Con tan inesperado como bienvenido refuerzo – recuérdese que un rato antes estos cazas habían derribado un Texan naval y ametrallado Ezeiza – los aviadores navales coordinan el segundo ataque aéreo a la Casa Rosada con sus colegas de la Fuerza Aérea.
15:00 – Ministerio de Marina: Con el Ejército y civiles armados de la Alianza Libertadora Nacionalista acribillando el edificio del Ministerio de Marina, una total carencia de refuerzos[8], aislado y desconociendo lo que ocurría con la aviación, el almirante Olivieri llama al Ministro de Guerra, Gral. Lucero, para detener la lucha.
15:10 – Casa Rosada: Un soldado de la sección antiaérea de Granaderos desplegada en la azotea de la Casa Rosada grita: “¡Aviones!”. Son los Beechcraft y Texan navales que se aproximan para el segundo ataque. Vuelan bajo, pero esta vez no desde el río, sino desde la Avenida de Mayo. Se les han unido los tres hidroaviones PBY Catalina provenientes de la Base Aeronaval de Comandante Espora, improvisadamente cargados con bombas en Ezeiza. Si bien los Gloster Meteor ya no los amenazan, los aviones navales son recibidos por una cortina de fuego mucho más intensa que la de la mañana, ya que el Ejército ha reforzado las ametralladoras del Regimiento de Granaderos con cañones antiaéreos Oerlikon y Bosfors.
15:30 – Casa Rosada: Tras el segundo ataque de los aviones de la Armada – que ha interrumpido el diálogo iniciado por Olivieri – los partidarios del gobierno tienen la desagradable sorpresa de ver llegar varias escuadrillas de Gloster Meteor de la Fuerza Aérea, ahora plegados a los rebeldes. Estos no portan bombas, pero disparan munición explosiva desde los cuatro cañones Hispano-Suiza de 20mm que llevan en su trompa.
Horas de la tarde – Buenos Aires: Haciendo numerosas salidas desde sus bases de Ezeiza y Morón, una inusual fuerza aérea combinada de cerca de cuarenta aviones navales y militares ataca a lo largo de dos horas y con inusitada violencia no solo la Casa Rosada, sino también el Ministerio de Guerra, la artillería antiaérea emplazada en la Plaza de Mayo, las tropas que hostigan al Ministerio de Marina, las antenas de las radios oficiales, el Departamento Central de Policía, las avanzadas del Regimiento 3 de La Tablada y de unidades blindadas de Campo de Mayo que amenazan a sus propias bases de Ezeiza y Morón y hasta un edificio en la calle Gelly y Obes al 2200 en el cual Perón poseía un departamento[9].
16:30 – Buenos Aires: Con las balas todavía silbando y bombas cayendo, ya a esta hora comienza el saqueo e incendio de los templos por parte de bandas de civiles. Ante la pasividad de policías, bomberos y tropas del ejército, la Catedral y la Curia metropolitanas son las primeras víctimas[10].
16:30 – Ezeiza: Tras ser ametrallado por la aviación naval rebelde, el Regimiento 3 de Infantería (con sede en La Tablada) recaptura el aeropuerto de Ezeiza.
17:00 – Buenos Aires: Pese a la virulencia y a las víctimas que provoca[11], el segundo ataque aéreo solo sirve para demorar el final durante un par de horas. Tras una tenaz y denodada resistencia de los infantes de Marina, rodeados y acribillados en el Ministerio de Marina por fuerzas del Ejército muy superiores en número y armamento, incluyendo vehículos blindados, y carente – aparte de la aviación – de todo apoyo externo, Olivieri retoma el contacto con Lucero, parlamenta con los generales Arnaldo Sosa Molina y Juan José Valle y – recibidas las garantías del caso (en particular, que el edificio no fuera entregado a civiles) – rinde sus efectivos. Merece destacarse el notable comportamiento en combate de los oficiales, suboficiales y soldados del Ejército que participaron de la lucha de esa tarde (pertenecientes a los regimientos “Buenos Aires”, “Granaderos” y 1, 2 y 3 de infantería), los que pese al incesante fuego que recibieron desde el Ministerio de Marina y el feroz acoso que sufrieron por parte de la aviación rebelde, no cejaron ni por un instante en dominar los focos rebeldes[12].
17:20 – Buenos Aires: Mientras Perón está hablando por radio anunciando la rendición, los últimos cuatro Gloster Meteors despegados de Morón (y ya camino al Uruguay) generan nuevas corridas y temores al descargar sus cañones contra el Departamento Central de Policía, la Casa Rosada y el Ministerio de Guerra.
17:30 – Morón: Unidades blindadas de Campo de Mayo recuperan para el gobierno la base aérea de Morón. El último avión rebelde en despegar, un DC3 naval, lo hace en medio del fuego de las armas leales. Había venido desde Ezeiza a rescatar a aviadores y civiles que han apoyado el golpe.
18:00 – República Oriental del Uruguay: Ya oscureciendo, treinta y seis aviones militares y navales argentinos transportando a 122 hombres se posan en aeródromos uruguayos. Los pilotos, otros oficiales navales y aeronáuticos rebeldes y algunos civiles que no escapan en los aviones de combate, lo hacen en los DC3 y DC4 de transporte.
Horas del anochecer - Ministerio de Marina: Los oficiales rebeldes capturados son detenidos e incomunicados en sus despachos y en diversos lugares del detrozado edificio, el que queda ocupado y custodiado por el Ejército.
Madrugada del viernes 17 – Ministerio de Marina: Un oficial del Ejército les ofrece un arma a los almirantes Toranzo Calderón, Olivieri y Gargiulo. Mientras los dos primeros rechazan la insinuación, el Almirante Benjamín Gargiulo escribe una carta a su familia y se quita la vida.
Notas
[1] Miguel Ángel Zavala Ortiz (por la UCR), Adolfo Vicchi (por el partido conservador) y Américo Ghioldi (por el socialismo).
[2] Toranzo Calderón había egresado como subteniente del Colegio Militar, pasando a la Infantería de Marina cuando este cuerpo se creó. No era, pues, un oficial “barquero” y ni siquiera egresado de la Escuela Naval. Pero los conspiradores apreciaban en él que era un decidido antiperonista, que – por añadidura – tenía mando de tropas. Lo cierto, además, es que no habían encontrado a ningún otro.
[3] En 1953 Bengoa, de extracción nacionalista moderada, había conducido de manera enérgica la investigación ordenada por Perón sobre el caso Duarte.
[4] ¡Menos mal que se trataba de la Constitución peronista de 1949…!
[5] Nótese que era el mismo día en el que en Buenos Aires se llevaría a cabo la tensa procesión del “Corpus Christi”.
[6] El disgusto de Olivieri y su costumbre de fumar sin control le provocaron esa tarde (del miércoles 15) una crisis cardíaca tal que debió ser internado en el Hospital Naval con un preinfarto.
[7] El edificio que es actualmente sede del comando de la Prefectura Naval Argentina.
[8] A primera hora de la tarde tropas del Ejército provenientes de los cuarteles de Palermo habían rodeado y neutralizado los cuarteles de la Escuela de Mecánica de la Armada, en las avenidas del Libertador y Gral. Paz. Los otros intentos hechos por los sublevados de Ezeiza para traer por vía aérea refuerzos de infantería de marina desde Mar del Plata, Azul y Puerto Belgrano también habían sido neutralizados.
[9] Se lo había regalado el empresario Alberto Dodero.
[10] Fueron victimas de saqueos y/o incendios la Catedral y la Curia Metropolitanas, las iglesias de Santo Domingo, San Francisco, San Ignacio, San Miguel, La Merced, del Socorro, San Nicolás de Bari, San Juan Bautista y la capilla San Roque. La orden dada al Jefe de la Policía, Comisario Miguel Gamboa, de mantener a la policía alejada de las calles emanó directamente del Ministro del Interior, Ángel Borlenghi.
[11] La cantidad de civiles muertos en la jornada informada por el propio Perón alcanzó a 200 personas. Posteriormente, otras fuentes peronistas elevaron la cifra, con fines de propaganda, hasta 300 o más. Si bien muchos fueron víctimas inocentes de los ataques aéreos – sobre todo del primer bombardeo, ya que luego los civiles se alejaron de la zona – la mayoría de los fallecidos fueron los militantes y activistas que atacaron al Ministerio de Marina mezclados con las tropas leales. Temerosos de los que les podría ocurrir en caso de caer en manos de estos elementos civiles, los infantes de marina tuvieron especial cuidado de hacer puntería sobre ellos. Los muertos militares de ambos bandos alcanzaron a veinte. Cabe destacar el caso del general Tomás Vergara Ruzo, alcanzado su vehículo por una bomba cuando intentaba llegar al teatro de operaciones para incorporarse a la lucha.
[12] Este comportamiento contrastaría con el que, salvo contadas excepciones, se observaría en la revolución de septiembre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario